La Ayahuasca es un asombroso logro de la farmacología psicoactiva; su existencia data de miles de años antes de Cristo. Es una medicina de gran complejidad bioquímica compuesta por dos plantas. La primera contiene, además de ciertos principios activos, una hormona que el cerebro humano produce de modo natural en cantidades mínimas: la Dimetiltriptamina. Esta, al ser ingerida por vía oral, puede ser inhibida por una enzima del aparato digestivo llamada Monoamino oxidasa. La segunda planta de la medicina contiene varias sustancias que protegen la hormona Dimetiltriptamina del efecto inhibidor de la enzima digestiva, dotando a la medicina de efectos psicoactivos.
Es un misterio cómo los curanderos de la antigua tradición médica amazónica, sin laboratorio ni formación en bioquímica o psicología, parecían conocer las propiedades moleculares de las plantas y cómo combinarlas con el fin de producir deliberadamente la ampliación de la consciencia. Este hecho asombra a bioquímicos modernos del mismo modo que a etnobotánicos reconocidos del siglo XX (como Richard Evans Schultes).
La cosmovisión mágico-religiosa de La tradición médica amazónica tiene una perspectiva intrínsecamente holística, pues en su estructura no se conoce el concepto de salud que separa espíritu de cuerpo, de mente, de la naturaleza o del entorno en el mundo físico. Todos estos aspectos son uno en su concepción y sus prácticas. Podemos entender su mirada a la relación que establecen entre la experiencia interna del individuo y su vida cotidiana en el mundo físico, como la percepción de una estructura con varios aspectos diferentes que están íntimamente entrelazados, y por tanto, se interinfluencian y se interdeterminan.
Se sabe que ancestralmente los habitantes de las comunidades amazónicas empleaban la Ayahuasca para los rituales de la pubertad y para la iniciación de los curanderos.
En los rituales de la pubertad, cuando el púber entraba en una profunda inmersión de Ayahuasca, sus visiones le revelaban, confirmaban y validaban lo que sus mayores le habían dicho desde su infancia y volvía del viaje interior como una persona nueva, plenamente integrado a su cultura tradicional. Esta integración en un momento crucial de su desarrollo le permitía el tránsito hacia su madurez, que se expresaba en su efectividad natural para la supervivencia y adaptación de su nueva etapa de adulto a la comunidad.
En la iniciación de los curanderos sucedía otro tanto. En una profunda inmersión de Ayahuasca, tanto el chamán como el aprendiz podían descubrir desde su estado ampliado de consciencia si éste último tenía las cualidades personales-naturales para ser chaman. Si era este el caso, el iniciado se sometía a una dieta para acrecentar su poder (disciplinas severas), consistiendo esta en aislamiento temporal, ingestión de plantas purgativas, abstinencia (temporal) de relaciones sexuales y de determinados alimentos.
El dominio que las técnicas chamánicas les daba para el manejo de conocimientos ordenadores de la realidad en la relación individuo-comunidad-naturaleza son matriz de la cultura amazónica.
Mientras que el aspecto bioquímico de la Ayahuasca produce una dinamización neuronal durante la exposición a sus efectos, para el aspecto psicológico constituye una inmersión de la mente en las áreas del mito, de los símbolos transpersonales y los arquetipos, resultando así algo equivalente a lo que es la esencia de las iniciaciones en muchas culturas antiguas. Podríamos definir el chamanismo ayahuasquero actual como una serie de técnicas desarrolladas a través de los siglos que hacen posible que uno aprenda superar a conciencia el abismo aparente entre el mundo físico y el dominio de la imaginación y la visión.
Las experiencias que surgen durante los estados no comunes de consciencia, son manifestaciones de los profundos retiros de la psique humana que habitualmente no son accesibles; Y el surgimiento de ese material inconsciente puede ser curativo y transformador si se tiene la experiencia en condiciones seguras y adecuadas.
Actualmente los indígenas y mestizos de la Amazonía peruana consumen Ayahuasca con fines terapéuticos, conservando su ritual de orígenes ancestrales. Tanto la dieta, como los cantos llamados ícaros, el uso de algunos instrumentos musicales y la interpretación de las visiones, son los ejes del ritual. A su vez, por los años ochenta se inicia el proceso transcultural de la ingestión de la medicina, lo que ha dado origen a nuevas modalidades de chamanismo ayahuasquero urbano en todo el mundo.
Es conocido que en las formas de consumo del sistema cultural occidental es común el empleo de excitantes que producen perturbaciones a nivel sensorial. Esto se debe a que generalmente se buscan sensaciones de placer físico. Este trasfondo cultural implica que en la exposición a los efectos de las plantas visionarias, los occidentales ponen el acento en el campo de la percepción del mundo físico. Muy por el contrario, es sabido que en las formas de consumo tradicional de la cultura Amazónica es común tanto el empleo de plantas visionarias que producen cambios de consciencia, como la “dieta” que neutraliza los placeres físicos. Por tanto, se pone el acento en los efectos esencialmente psíquicos, orientados fundamentalmente hacia una búsqueda de la visión interior y el significado, y desde ahí su conexión con el entorno.
Está demostrado que las diferencias en las formas de consumo hace que los resultados sean también diferentes. Por este motivo, es conveniente acercarse a la experiencia de ingestión de Ayahuasca con un conocimiento sólido de las tradiciones que la crearon y aplicando las técnicas terapéuticas que la regulan. Así se evitarán brotes psicóticos y otros riesgos.
Es necesario tener en cuenta que el chamanismo ayahuasquero, así como diversas disciplinas espirituales y tradiciones místicas, representa un rico reservorio de invalorables conocimientos con respecto a esos dominios más profundos de la mente y el espíritu. Es necesario ser cuidadoso debido a que pueden producirse episodios dramáticos y dolorosos durante la práctica espiritual. También, es importante saber que el camino al esclarecimiento interior puede algunas veces ser escabroso y tormentoso. En “La rueda del tiempo”, Don Juan le dice a Carlos Castañeda: “El arte de un guerrero consiste en equilibrar el terror de ser un hombre con la maravilla de ser un hombre”.